Una metáfora sobre el Tratado de Marrakech / A metaphor about the Marrakesh Treaty
[English below]
América Latina y el Caribe atraviesa un camino de luces y sombras. El Tratado de Marrakech comenzó como un oasis en el desierto, un instrumento jurídico que se construye a sí mismo como una herramienta para ejercer derechos donde poder saciar la sed de lectura. Pero hay muchos problemas de interpretación del Tratado de Marrakech en términos vinculantes con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la interpretación de la discapacidad como una construcción social para comprender la necesidad de disminuir las brechas de acceso que experimentan las personas con discapacidades que transitan barreras de acceso a la lectura. Así, este oasis se ha convertido en espejismo.
Tu tienes sed de libros. Caminas por el desierto. Avistas ese oasis: el Tratado de Marrakech. Caminas un poco más para alcanzarlo, pero siempre parece estar más lejos. Sabes, casi no hay catálogos ni repertorios públicos en América Latina y el Caribe. Puedo contarte sobre sólo uno: el repertorio accesible de Uruguay. En todos los demás países que implementan Marrakech con catálogos cerrados, tienes que pedir permisos o completar trámites para conocer qué obras se encuentran adaptadas. Podríamos decir que hay distintas formas de saciar tu sed, pero no puedes saber cuales son sin hacer trámites previos. Y no todos acceden al agua que tanto claman… Algunas personas que experimentan barreras de acceso a la lectura no son consideradas beneficiarias del Tratado, porque los órganos que interpretan este instrumento lo hacen con una perspectiva cerrada en el sistema proteccionista del derecho de autor, sin comprender que al interpretar en forma sesgada el Tratado de Marrakech, infringen otros derechos, contemplados en la CDPD.
El agua se aleja y tu te das cuenta de que ese oasis es en realidad un espejismo. Nadie que conozcas ha podido compartir un vaso de agua con otros que también tengan sed. El intercambio transfronterizo en América Latina aún no se ha formalizado a partir del Tratado de Marrakech, muy a pesar de la implementación. Algunas personas mencionan intercambios previos a partir de acuerdos privados, pero no hay una actitud formal en el marco de la implementación que alcance de manera oficial a exponer casos en los que se han compartido textos entre países posterior a su implementación.
Y además, es que no se puede intercambiar ni compartir aquello que no se conoce: si los catálogos están cerrados, no solo hay un trato diferencial a personas con discapacidad versus personas sin discapacidad con respecto a otros catálogos que sí son públicos para todos (por ejemplo de bibliotecas públicas), sino que además, perjudican el proceso necesario para alcanzar el objetivo central del Tratado: compartir textos en formatos accesibles entre quienes lo implementan.
Algunos países, como Colombia, incluso determinan que ese vaso de agua que puedes compartir con quien tiene sed, solo lo puedes enviar a esa persona a través de una nube que transporte lluvia… porque el intercambio transfronterizo actualmente solo contempla obras impresas. En pleno siglo XXI, no se contemplan obras digitales, más accesibles y asequibles a nuestra realidad. Tu no puedes extender tu mano con el vaso de agua a quien tiene sed de lectura, y muy difícilmente puede llegar esa agua, a gotas, porque no puedes usar el vaso o una botella para transportarlo.
Creo que pensar en estas metáforas es una forma distinta de comprender que a pesar de contar con los instrumentos jurídicos necesarios para alcanzar los derechos de las personas con discapacidad, aún estos instrumentos no son nada si no hay un seguimiento en las prácticas que pueden determinar la inclusión o la exclusión de las personas beneficiarias. El Tratado de Marrakech, finalmente es una herramienta para ejercer derechos contemplados en un instrumento de mayor alcance: la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Hoy resulta necesario, indispensable, solicitar a los países que implementan el Tratado de Marrakech, que dispongan de catálogos y repertorios de acceso público referencial en equidad e igualdad de condiciones para todas las personas, con o sin discapacidad. Esto no significa acceder al texto completo, sino poder conocer los datos de ese texto para decidir si lo necesitamos, para promoverlo entre quienes puedan estar interesados y finalmente para facilitar que las personas beneficiarias puedan solicitar el acceso correspondiente a la lectura.
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Latin America and the Caribbean is going through a path of lights and shadows. The Marrakesh Treaty began as an oasis in the desert, a legal instrument that constructs itself as a tool to exercise rights where you can quench your thirst (for reading). But there are many problems of interpreting the Marrakesh Treaty in binding terms with the Convention on the Rights of People with Disabilities and the interpretation of disability as a social construction to understand the need to reduce the access gaps transiting by people with disabilities who experience barriers to access to reading. Thus, this oasis has become a mirage.
You are thirsty (for books). You walk through the desert. You see that oasis: the Marrakesh Treaty. You walk a little further to reach it, but it always seems to be further away. You know, there are almost no public catalogs or repertoires in Latin America and the Caribbean. I can tell you about only one: the accessible repertoire of Uruguay. In all the other countries that implement Marrakech with closed catalogs, you have to request permits or complete procedures to find out which works are adapted. We could say that there are different ways to quench your thirst, but you can’t know what they are without doing prior paperwork. And not everyone has access to the water that they cry out so much… Some people who experience barriers to access to reading are not considered beneficiaries of the Treaty, because the organizations that interpret this instrument do so with a closed perspective in the copyright protectionist system, without understanding that by interpreting the Treaty in a biased way Marrakech, infringe other rights, contemplated in the CRPD.
The water goes away and you will realize that this oasis is really a mirage. No one you know has been able to share a glass of water with others who are also thirsty. Cross-border exchange in Latin America has not yet been formalized since the Marrakesh Treaty, despite the implementation. Some people mention previous exchanges based on private agreements, but there is no formal attitude in the implementation framework that officially reaches out to expose cases in which texts have been shared between countries after their implementation.
And also, it is that you cannot exchange or share what is not known: if the catalogs are closed, not only is there a differential treatment of people with disabilities versus people without disabilities with respect to other catalogs that are public for all (for example of public libraries), but also undermine the process necessary to achieve the central objective of the Treaty: to share texts in accessible formats among those who implement it.
Some countries, like Colombia, even determine that that glass of water that you can share with someone who is thirsty, you can only send it to that person through a cloud that carries rain … because the cross-border exchange currently only includes printed works. In the XXI century, digital works are not contemplated, more accessible and affordable to our reality. You cannot extend your hand with the glass of water to those who are thirsty to read, and it is very difficult to reach that water, by drops, because you cannot use the glass or a bottle to transport it.
I think that thinking about these metaphors is a different way of understanding that despite having the legal instruments necessary to achieve the rights of people with disabilities, even these instruments are nothing if there is no follow-up in the practices that can determine the inclusion or exclusion of beneficiaries. Finally, the Marrakesh Treaty is a tool to exercise rights contemplated in a more far-reaching instrument: the Convention on the Rights of Persons with Disabilities.
Today it is necessary, indispensable, to request the countries that implement the Marrakesh Treaty to have catalogs and repertories of referential public access in equity and equal conditions for all people, with or without disabilities. This does not mean accessing the full text, but being able to know the data of that text to decide if we need it, to promote it among those who may be interested and finally to facilitate that the beneficiaries can request the corresponding access to the reading